Human bones that are extracted from the earth.
Human remains that still preserve the clothes and shoes with which they were buried.
Dozens of candles that are lit to see the returned bodies out, to illuminate the last part of this journey.
Families that have been with each other for decades, in search, in pain, now finally saying goodbye to those whom they missed.

Between the 1980’s and the 2000’s, Peru suffered the bloodiest internal conflict that it has ever had as a nation. The armed conflict between the Military Forces of the Peruvian government and the Communist Party of Peru - Shining Path (PCP-SL, for its acronym in spanish), left and average of 69,000 victims among deaths and disappearances, in accordance to data from the Commission of Truth and Reconciliation (CVR, for its acronym in spanish)

Ayacucho, in the south of Peru, was the location most shocked during this period. Both armed groups were in charge of harassing and indiscriminately attacking anyone who will not take sides for any of them. This confrontation caused that many countrymen communities were practically devastated in cold-blooded attacks.

Since 2003, the Peruvian government has begun a process of searching, locating and exhuming hundreds of bodies buried in clandestine graves throughout the national territory. After a long identification process, the human remains are delivered to their families so that they can give them a second burial in a dignified way.
Huesos humanos que son extraídos de la tierra.
Restos que aún conservan las ropas y zapatos con las que fueron enterrados.
Decenas de velas que se encienden para despedir los cuerpos devueltos, para iluminar este último viaje.
Familias que se acompañan desde hace décadas, en la búsqueda, en el dolor, que ahora por fin se despiden de aquellos a quienes extrañaban.

Entre los años 1980 y 2000, Perú sufrió la guerra interna más sangrienta que le ha tocado como nación. El conflicto armado entre Fuerzas Armadas del estado peruano y el Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL), dejó un promedio de 69.000 víctimas, entre muertes y desapariciones, según datos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

Ayacucho, ubicado al sur del Perú, fue el departamento más afectado durante este período. Ambos bandos armados se encargaron de acosar y atacar indiscriminadamente a todo aquel que no tomará partido por alguno de ellos. Este enfrentamiento provocó que muchas comunidades campesinas fueran prácticamente arrasadas en ataques desalmados.

Desde el año 2003, el estado peruano ha iniciado un proceso de búsqueda, ubicación y exhumación de cientos de cuerpos enterrados en fosas clandestinas, a lo largo de todo el territorio nacional. Luego de un largo proceso de identificación, estos restos son entregados a sus familias para que puedan darles un segundo entierro de manera digna.